Las cortinas de tu casa
son demasiado oscuras
y no te puedo ver,
pero la luz de tu cuarto esta prendida
y yo no dejo de temblar imaginándote.
En mi delirio parkinsoniano
un buey se acerca y me dice: -buenas noches!
-donde para el 86?.
Mientras los sapos salen a festejar la noche,
las luces de la ambulancia que me viene a buscar
se reflejan en mis ojos,
escucho el grito de un gol lejano
en el instante justo que comienza a llover.
Me hago invisible,
doy una vuelta carnero sobre el asfalto
y cortésmente me presento a los paramédicos:
-Soy Bond, ...James Bond.
Me despierto en una cama atado,
por la expresión perdida de mis compañeros de habitación
deduzco habilmente que se trata de un neuropsiquíatrico.
Veo acercarse a una robusta enfermera de aspecto policíaco
que me dice: -Es un placer tenerlo acá, señor Bond-dí-hola.
Le digo hola y le pido un desayuno americano y el catálogo de acompañantes
pero me mira sonriente y me aplica una inyección.
Tengo visitas, una rubia fatal a quién nunca ví antes
me trae una botella de whisky escosés.
Me la tomo en 5' minutos, una vez vacía
llamo a la enfermera y le pido más.
Lo único que trae es otra inyección en la mano,
y yo en un acto de legítima defensa
le parto la botella vacía en la cabeza,
salto de la cama, agarro a la rubia del brazo
y salimos corriendo.
Nos siguen un batallón de personas: enfermeros, policías,
porteros, guardas de tren, profesores de educación física y de química,
pastores evangelistas y vendedores de seguros. No se que quieren.
Nos metemos en un cine para despistar.
Están pasando una película iraní,
me quedo dormido.
Me despierto en mi casa llorando, miro el reloj.
Son las 5 de la mañana.